Los sueños flexibles se consiguen
Esta es la historia de la niña peonza, que quería volar pero tenía las hélices rotas. Por eso la llamaban peonza, porque quería volar como los helicópteros pero lo único que conseguía era girar y girar sin poder separar ni un centímetro sus piececillos del suelo. Si pudiera dibujarla le pondría un sombrero de colores con aspas, pero como no puedo, la niña se queda sin aspas. Sin aspas y sin hélices, triste en el suelo y sin poder volar. Si fuera un genio con mi lámpara le regalaría unas alas, y le guardaría los tres deseos para que las decorara a su gusto, les diera color y le pusiera plumas de todos los tamaños. Pero como no lo soy, le cambiaré las alas por aletas, el sombrero por un gorro, y sus gafas de piloto por unas de agua para lanzarla al agua y que vuele por el mar.