Qué hago, qué hago...

La vida esta llena de decisiones, grandes y pequeñas. Las más comunes son las segundas y, por ello, solemos darles menos importancia pero, a menudo, son éstas las que marcan el rumbo de nuestras vidas. Pero no sólo en la dimensión se diferencian las decisiones. El hecho de que únicamente nos afecte a nosotros o influya en la vida de los demás es otro dato a tener en cuenta. Aunque, personalmente, pienso que las primeras no existen, sino que todas las decisiones afectan a los demás en mayor o en menor medida. Quizás las peores son esas en las que no tienes tiempo de pensar, al menos para las personas que necesitamos tenerlo todo bajo control. Para otros, en cambio, la presión del tiempo les hace funcionar mejor. Aún así, ni el tiempo ni la presión nos garantiza la mejor elección, más que nada por que nunca sabremos que hubiera pasado si hubiéramos decidido hacer cualquier otra cosa. Pero sin duda, lo pero de las decisiones es no saber vivir con ellas, pensar constantemente en lo que hemos dejado de hacer, o morir de indecisión como el burro que murió de hambre y de sed por que no decidió a tiempo si comería o bebería primero.